No hace mucho tuve un sueño de aparecía
una de mis maestras de la primaria, el sueño fue tan real, que desperté con el
corazón agitado, con enojo y desprecio ante aquella imagen. No recuerdo el
sueño, solo se que no fue agradable.
Parece absurdo, pero los maestros que nos
enseñan en las escuelas a lo largo de nuestras vidas marcan una parte de
nosotros, o por lo menos de mi si.
Evitare usar nombres, porque no se trata
de acusar ni de elogiar, solamente me interesa platicar la influencia que
ciertas personas tuvieron en mi, muchas de las cuales no tengo conocimiento
alguno de su ubicación actual, pero que en mi memoria siguen vivas, mostrándome
lecciones de vida. Eso si, si algún lector fue compañero mío en alguna de estas
etapas de mi vida, sabrá su nombre con certeza.
El de sexto grado
Recuerdo mucho a mi maestro de sexto
grado, mis papas decidieron mandarme a una escuela gringa para que aprendiera
ingles. Esos tres años ganan la medalla de los peores de mi vida. Yo por
supuesto, no sabia ingles, y no entendía absolutamente nada de lo que el
profesor decía. La directora de la escuela le dijo a mis padres que me iban a
probar a ver como me desenvolvía, y que si no me iba bien, repetiría sexto año.
Ellos lo aceptaron, y me obligaron a cruzar todos los días la fastidiosa
“línea”. El maestro era estricto, y admito que ese año me esforcé mucho para
lograr pasar, trataba de hacer los trabajos de la mejor manera. Por las tardes,
después de la escuela, iba a clases de ingles, a que una tutora me ayudara con
mis tareas. Esa maestra, aun la recuerdo con cariño, porque sin ella no hubiera
logrado pasar sexto grado. Esta maestra me había dado clases de inglés en
cuarto grado, y me llevaba muy bien con ella.
Todavía recuerdo como era mi maestro de
sexto grado, usaba lentes tipo retro, de esos que están de moda ahorita que en
ese entonces se veían anticuados. Era grande, blanco y con una voz bastante
imponente. Tenia bigote y se peinaba de ladito. Recuerdo con gran placer el día
que me castigo, creo que por llegar tarde, y me hizo ver fijamente al reloj sin
voltear a otra parte por quince minutos. Aun así, no era malo, me gustaba, lo
admiraba en cierto modo, gracias a el vi Gone
with the wind y creo que por el me comenzó a interesar la historia.
La de Octavo grado
A dos salones se encontraba la maestra de
literatura y de ingles, que dos años después se convirtió en mi tutora. Con
ella me esforcé tanto por agradarle, que llegue al cansancio. Su clase era muy
buena, con ella descubrí el amor por The
Twilight zone, aprendí sobre Anne
Frank, y lo mejor de todo, Lord of
the Rings.
Este último título, no porque ella nos lo
enseñó, si no que teníamos que leer un libro y hacer un book report, para entonces, ya me había aventado los dos primeros
volúmenes de Harry Potter, por lo que
mi maestra me dijo –No more Harry Potter for you- . Tras este trágico
acontecimiento, tuve que ir a una librería a buscar algo apto para mi. La
empleada me recomendó un título que sonaba interesante, The Hobbit, se titulaba, y decidí comprarlo. Y cuando lo acabe,
gracias a que mi primo Elvis me leyó la mitad, descubrí que este libro era tan
solo una probadita de lo que seguía, y así fue como compre la trilogía de Lord of the Rings. Pero esta historia es
sobre mis maestros, volvamos al tema.
En la clase, también hacíamos ejercicios
de escritura, para mi eran los mas divertidos, pero jamás me llegó a decir que
alguno de mis cuentos eran buenos, y me esforzaba mucho. Esta maestra tenia
preferencia por algunos compañeros, y aunque algunos no eran tan brillantes,
ella los protegía. En ese entonces yo sentía celos, porque trataba de hacer las
cosas bien, y claro, no era suficiente. Aun así, fue gracias a ella, y a mi
hermana que me platicaba los cuentos que ella leía, que descubrí el placer de
la lectura y del olor de los libros.
El de arte
Me iré hasta primer semestre de
preparatoria. En plena flor de la pubertad, palaba que desde que la descubrí me
da escalofrío. En cierto modo, mi vida mejoró, hice amigos y disfrute mi
preparatoria como nunca. Había una clase en especifico que yo amaba, la de
arte. En mi casa había libros sobre museos del mundo, y de vez en cuando los
hojeaba, pero nunca me detenía a leer sobre ellos. El primer día de clases, el
profesor mostro unas imágenes de cuevas con pinturas rupestres ¡El nacimiento
del arte! ¡Jamás se me habría ocurrido! Había visitado “el diablito” en
Vallecitos, pero nunca lo había pensado del punto de vista artístico. La clase
de arte era demasiado corta para mi, una hora a la semana no era suficiente.
Pero la disfrute como pude. A este maestro siempre lo vi con admiración, yo
quería saber tanto como el, y poder explicar como el, era todo espectáculo
oírlo dar clase.
La de fotografía
Llego la hora elegir curso cocurricular
en la prepa. Fue muy fácil elegir, pues ninguna de las opciones me llamo la
atención mas que la de fotografía.
Recuerdo el primer ejercicio que hicimos con una cajita de cartón
pintada de negro y un trozo de lata agujerada para crear una cámara, fue
bastante divertido. Puedo decir con certeza que es una de mis profesoras
favoritas, tenia un humor un tanto sarcástico pero bastante divertido. Con ella
descubri a Henri Cartier Bresson, Man Ray, y la publicidad de Oliviero Toscani.
La de inglés
Aunque tuve varias maestras de ingles en
la preparatoria, hay una en especifico que detestaba. Aparte de hablar un
ingles horrible, su voz perturbaba, y su persona era nefasta. No hablare mas
del tema.
La de historia de la arquitectura
mexicana
Cada vez que daba clase, parecía que no
la preparaba, llegaba, y comenzaba a dibujar en el pizarrón, hacia diversos
diagramas, encendía la computadora y buscaba imágenes en internet para explicar
algo. Para mi, esta es la muestra de una verdadera persona que sabe enseñar.
Sin necesidad de preparar nada, hacia de la clase todo un acontecimiento, sin
mentir, cada vez que empezaba la sesión se me ponía la piel chinita. Mujeres
como ella, pocas.
El de diseño urbano
No conozco a muchos argentinos, pero todo
lo que me habían platicado de ellos se manifestaba en este hombre que se decía
era nuestro profesor de diseño urbano. ¿Qué aprendí? Que no se decía grilla,
sino “grisha”, y que calle no era calle sino “cashe”.
El de historia de la arquitectura moderna
No hay mejor maestro como el que habla
con pasión, y es que esta persona fue la que me salvo de caer en el
arrepentimiento de haber estudiado arquitectura y me ilumino hacia el camino de
la verdad. Gracias a su entusiasmo e interés por mostrar las maravillas de la
arquitectura moderna, pude entender mi vocación. Nunca he sobresalido por ser
el mejor estudiante en clase, sin embargo, esta clase sin duda marco mi etapa
universitaria, todo lo que quería hacer era estudiar y hacer las tareas de
historia, lo mejor de todo era que lo hacia con el mayor de los gustos.
Y aunque existen otros personajes como
estos en mi vida, estos son algunos de los que mas han influenciado tanto
negativamente como positivamente hablando de mis estudios.
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